miércoles, 20 de marzo de 2013



Este calor previo a la Semana Santa me tiene sufriendo, pero ambas cosas, el calor y la Semana Santa, me devuelven un golpe de felicidad, de recuerdos de papá.


De niño siempre nos íbamos a Guanacaste, al pueblo donde nació y creció mi papá, uno pequeñito y bello, rodeado de montes siempre secos y llenos de unos árboles tan flacos como lo fue él. En su pueblo mi papá era otro, su rostro cambiaba, no entendía  si era el calor, el polvo alrededor de las casas o el reencuentro con los suyos.

Ahora que ya no está lo entiendo, me pasa lo mismo cuando estoy allá, es el sol y este cabrón calor, es el recuerdo. Ahora lo entiendo.

martes, 6 de octubre de 2009

Compañera

Decir años es mucho, decir de lo que ha paso en esos años es mucho más aún. Lo que no es posible dejar de decir es cuánto está presente en todo lo que hago. No les miento, estando fuera, estando acompañado (o eso creía yo), de las múltiples formas de conjugar y hacer oraciones con el verbo estar ella estuvo en cada una.

Hoy he dejado el pretérito, hoy salgo a almorzar con ella, me toma fotos los domingos, me prepara un ceviche caribeño de coco (deben buscar la receta), tomamos un buen Bourboun por la noches.

Hoy...


Te invito a mi vida
Trae la tuya, toda ella contigo

Hagamos compañera, una nuestra

martes, 13 de mayo de 2008

Besos de envidia

Emil Martínez-Arias

Dedicado a D.G.Z, quien no lo supo todo (o eso creo).

Anoche soñé con ella. Soñaba que la besaba (y no se vayan a creer que mi sueño es una mala adaptación de cierta canción). Aún ahora, mientras escribo por la mañana estas líneas, percibo su olor. Único. Que solo en ella se encuentra y en nadie más he notado. Su olor es especial, ni a flores ni a bosques. No es de aquellos olores que te recuerdan pasiones de cama ni mucho menos la ternura de las tardes de diciembre. Una mezcla de muchos recuerdos, de suspiros que me robó, de tiempos pasados que no por ser pasados son mejores que los presentes.

Aún recuerdo aquel beso, el primero. Ocupábamos un espacio caliente, húmedo y abrazador. Nuestro alrededor era verde; un verde acosador e infernal, en resumen el maldito bosque lluvioso que traga todo desde iniciativas hasta recuerdos. En ese lugar la detuve y me besó (ella, yo imbecilmente pretificado). El tiempo no se detuvo para ella y ni para mí pero el instante nos pertenecía. Claro, no podía faltar el “¡uuuy!” de la típica mozote nativa del lugar, que a fuerza de confianza fundada en la amistad compartida entre ellas y yo aprovecho su momento de gloria para sacarme del mío.

Sí, anoche soñé con ella. Han pasado muchos años desde que dejamos de vernos casi todos los días. Tengo casi diez de años de conocerla, y digo tengo porque a modo de inversión lo años de recuerdos abonan con el tiempo heridas y gratificaciones. Diez años en que la ame por más que esos. Algunos años (los primeros) con una pasión desmedida y en ocasiones demenciales (sino que lo atestigüe Juan, que me acompañó en estúpidas locuras dignas de un capitulo con Don Quijote) y algunos años (los últimos) con un cariño reposado. ¡Hay que ver como es ésta vida!, en los últimos cinco tan solo en dos ocasiones nos hemos visto.

En fin, en mi sueño de anoche no estaba ese primer beso, no. Había otros besos, “besos de envidia” como acertadamente diría mi amiga la actriz, y es que ella (la actriz) siempre ha sabido adjetivizar besos y devolverme un “sujeto, verbo y predicado” con que Sabina confunde mentes. Ustedes saben a que me refiero, esos besos que como todo beso no saben a nada pero te sacan todo pensamiento, todo sentido de realidad. Besos que ponen una frontera entre tus labios y los labios que te reciben y te invitan a pasar y a irte, a entregarte y guardarlo todo, ¡besos que puta son buenos!.

¿A que vino ese cabrón sueño tan bueno después de tanto tiempo? Vaya usted a saber. Lo verdaderamente bueno es poder recordar sin dolor, ver el pasado como lo que es, parte del presente. ¿Y a que vino su recuerdo? Trato de entenderlo, buscarle una explicación, y la única que me gusta y la única que encuentro es que vino recordarme que era abril.


martes, 26 de febrero de 2008

La semilla de la destrucción en la Economía.

Emil Martínez-Arias


Costa Rica tarde o temprano (un poco más tarde que los demás) se integrará al TLC. Esto es consecuente con el discurso de los últimos 25 años en cuanto a la inserción de Costa Rica a los mercados mundiales. Parte de una discusión de la estrategia para sostener el crecimiento económico. En este contexto exportar más y cada vez más se ha transformado en el discurso preferido de un sector de la clase política como condición
sine qua non para el verdadero desarrollo. Ante esta estrategia cabe preguntarse por los insumos para el crecimiento y sus productos, o también de los recursos naturales y los desechos.

El debate actual abre un espacio interesante para la discusión de lo que se ha hecho en materia ambiental y lo que se necesita hacer. En el concierto de naciones nos presentamos como un adalid de la conservación y lucha ambiental. Este logro no ha sido por generación espontánea, surge de una política nacional de ampliación de áreas silvestres protegidas desde los años setenta y su consecuente política ambiental. Pero a lo interno nos hemos quedado muy cortos, cortísimos. La presión que se ha hecho sobre recursos tales como el hídrico, suelo y aire están comenzando a debilitar el sustento de la vida humana misma, en consecuencia a las posibilidades de la expansión económica.

Solo para ahondar en el recurso hídrico, el XIII Informe del Estado de la Nación nos presenta un panorama preocupante, mientras la demanda por agua se incrementa, los pozos de abastecimiento disminuyen, estamos ante una verdadera encrucijada de lo que pensábamos era un recurso “inagotable”. Y en cuanto a contaminación de los mismos recursos la situación no pinta favorable, ¿cuáles acciones se tomarán para luchar contra ella? Medidas como el que contamina paga son sin duda un compromiso muy débil, ¿podremos beber billetes o respirar monedas?, ¿serán acaso los fondos provenientes de esta política suficientes para remediar el daño ocasionado y devolver el manglar o el rio?

En la discusión del crecimiento económico estamos perdiendo de vista que las condiciones materiales parten de nuestra relación con el ambiente. Crecimiento económico no es sinónimo de Desarrollo. Desarrollo implica entre otros aspectos, actividades económicas sustentables, lo que significa actividades donde el ecosistema sobre el que se actúa se le sea permitido regenerarse. Nuestras acciones en el presente no deben comprometer las posibilidades de las personas que menos tienen ahora ni de las que necesitarán en el futuro. Hablar de Economía y Ambiente no debe ser un ejercicio tormentoso, sino un espacio donde la primera brinde señales en los mercados lo suficientemente claras de lo que hacemos sobre el ambiente, señales que indiquen los verdaderos costos de nuestras acciones.

Costa Rica ha creado una base ambiental que se debe proteger y ampliar, más allá de premios y celebraciones, no olvidando que un sistema económico que socave las dos fuentes originarias de su riqueza: los seres humanos y el ambiente, posee dentro de sí la semilla de su destrucción.

martes, 15 de enero de 2008

La ansiedad y otros males

Emil

Y es que no me queda, eso de despertarme de madrugada no me queda. No me va, no no, yo un dormilón de primera. Pero ya ven, despierto de madrugada. ¿Cómo pasó? Pues hay quienes se pasan diciendo que tiene nervios de acero y que va, no tenía miedo a arañas ni a la oscuridad, nada de eso. Pura ansiedad, de esa de dar vueltas y vueltas por la cama como si tuviera bolinchas en el colchón. Habían pasado meses sin saber de ella y hacia unas cuantas horas que estuvimos hablando por ese aparato frio sin rostro (léase teléfono celular de quinta). Y es que, “el diablo es puerco” como diría el papá de Betty en una novela colombiana (de quinta también), pues es un tanto difícil mantener una conversación cuando se habla de cosas como piel, recuerdos y pasión. Bueno bueno, no fueron exactamente esas palabras, pero para que entiendan, ¿ok?. ¿Cómo hace uno para hablar calmado y sensatamente cuando pasan mil pensamientos (malos dicho sea de paso)? Pues ni modo dejarse de pendejadas y hablar. Segundo punto, ¿Cómo hablar después de tanto tiempo? Vamos, debe de haber muchísimas cosas de que hablar, pero ahí es cuando los hombres se dan cuenta de su deficiencia genética; de nada sirve ser lingüista especializado en lengua moderna con una maestría en literatura española (o la que sea de su lengua materna ¿o paterna?, whatever), el hombre es un completo burro de las palabras, por eso las mujeres prefiere a aquellos raros bichos que por alguna razón pueden hablar con consecuencia de pensamiento y habla, esos desgraciados que en algún momento se separaron del tronco común y conversan. Pero para uno que es economista la cuestión de la lengua, o sea, hablar, para evitar suspicacias, se me enreda con pasmosa velocidad. Es en ese momento cuanto se atropellan palabras que pensas y palabras que decís. Y es en ese precioso momento de la existencia masculina cuando aparece su otro GRAN problema, los hombres no nos damos a entender, o lo que es lo mismo no articulamos de forma coherente nuestras ideas de tal forma que no quedemos como unos cerdos libidinosos o chiquillo de colegio mudo frente a la chiquilla de la sección quien es su amor platónico. En resumen todo aquello que querés decir no lo decís y quedás con el sinsabor de haberte hecho el pendejo cuando dizque tenías valor para saltar en bungee desde el puente del “Ricardo Saprissa Ayma” y sin cuerda.

Esos minutos hablando por el sistema celular de primer mundo, en los que el bicho humano que escribe estas líneas pensó de todo, ¡de todo!, porque que no se diga que no tengo una imaginación de carajillo extrovertido con 5 tazas de café y dos tabletas reactivan con un trago de coca cola. Si me moría en ese momento me iba derechito al infierno, porque según los católicos esos pensamientos míos son pecados. Pero no solo eso, debo decir en mi defensa que pensé cosas, digamos, bonitas. Ese espacio muy humano donde uno recuerda haberse sentido bien y en paz. No hubo que me sacará de mis pensamientos y me devolviera a la realidad de un San José soleado y ventoso (según los meteorólogos así fue la tarde en que hablamos). Esa noche, vuelta pa’ca y vuelta pa’lla, sueño cero, la cabrona ansiedad, ahí es cuando uno piensa en ponerle un impuesto bien alto para que los de clase media-baja como yo vivan un vida tranquila con menos ansiedad de la que me pueda costear, ¡ah pero no!; metiéndole carbón parejito a la dichosa ansiedad.

Así que después de todo tampoco me ha ganado la locura, y abrace a uno de los grandes inventos humanos para hacernos menos humanos y mas bicho con menos cerebro que una babosa, mi amigo el televisor (ya hasta amigo es el aparato, ¡no le digo yo!). Madrugada de lunes viendo ti ví (así para que suene sofís y no me salga la cimarrona de tortiricas), noticias españolas, tele-ventas, inclusive caí en las garras de cartoon network¸ la salvación llegaría con un café y tamal.

A resumidas cuentas la vida es compleja, pero divertida. Que tiene sus momentos malos no hay duda alguna, pero lo importante es aprender y sacar lo mejor de uno mismo, de cada experiencia. Pero vamos, que tampoco quiero parecerme a Coelho ni mucho menos (güacala). El punto, nuevamente, es que no se está exento de una buena dosis de ansiedad y con ella de una buena zambullida en uno mismo y sus recuerdos. Así, se aprende que uno sigue teniendo defectos como no saber hablar como uno quisiera o que el televisor no ayuda ni para un cuerno.